martes, 15 de mayo de 2007

India


Recién ayer terminé de leer el libro “India” de V. S. Naipul, en la traducción de Flora Casas que publicó Editorial Debate en 1998.

Confieso que en algunos momentos me costó un poco seguir adelante con la lectura y tuve que echar mano a mi personal compromiso de no dejar jamás un libro sin terminar una vez comenzado, pero permítanme aclararme un poco, no quiero que este comentario se interprete como una descalificación de este gran trabajo de Naipul.

Los que me han seguido deben saber ya o al menos intuir lo mucho que me gusta este autor, especialmente cuando el trabajo se trata de este tipo de “libro-documento” pues la cantidad de información que el autor pone a nuestro alcance es increíble y por demás invaluable; ya con anterioridad comenté otro de sus libros en este estilo: “La Pérdida del Dorado” y, aunque no lo he comentado, hay que agregar a esta lista su libro “Al Límite de la Fe”.

Cada uno de estos libros, únicos por su tema y contenido, aportan un cúmulo de conocimientos sobre las materias que tratan de una magnitud impresionante dejando en evidencia en lugar destacado no solo los conocimientos del autor sobre estos temas sino la cantidad de experiencias de vida que comparte con sus lectores y de las que nos hace casi protagonistas en su estilo tan personal e íntimo con que nos los va desarrollando.

Es, precisamente, esa intimidad, esa interiorización de los temas y experiencias, (tanto “Al Límite de la Fe” como “India” son relatos de viajes del autor) la que de alguna manera me dificultó continuar y finalizar la lectura de este trabajo y aquí, dicho esto, es importante establecer algunas puntualizaciones y diferencias entre los tres libros que he mencionado.

En su trabajo “La Pérdida del Dorado” las continuas referencias a la historia común que unen a la isla de Trinidad y a Venezuela, columna vertebral de la narración, hicieron inevitable no solo el ávido interés de este lector sino también la “participación” en su desarrollo narrativo al ser posible agregar y complementar parte de la información desde otras fuentes o desde lecturas previas, lo que convirtió el recorrido por sus páginas en toda una exploración bibliográfica bajo la guía de Naipul, convertido sin querer en un maestro que en confianza y con calma me fue guiando por los vericuetos de una historia común que yo sólo conocía de manera superficial.

El relato de los viajes del autor por los países musulmanes no árabes (Indonesia, Irán, Pakistán y Malasia) que componen el libro “Al Límite de la Fe”, muy lejos de mi experiencia personal y ciertamente de mis escasos conocimientos sobre estas naciones y sus pobladores y culturas, abre un panorama complejo, colorido y hasta cierto punto dramático pues no se puede calificar de otra forma lo que para estos pueblos ha significado el abrazar la fe islámica y, atención, no estoy emitiendo juicios de valor sobre el Islam o sus seguidores, estoy refiriéndome al precio que estos pueblos han tenido que pagar en términos culturales y sociales al sumergirse en una religión que les es, cultural e históricamente, del todo ajena.

El libro “India”, objeto de este artículo, es un gran trabajo de investigación, una minuciosa narración de un largo viaje realizado por el autor a la India, tierra de sus antepasados, escrito sobre una estructura similar a la que posteriormente utilizó en “Al límite de la Fe”: Intercalando y complementando entrevistas realizadas a los mas disímiles personajes y engranadas con sus propias experiencias y descripciones del entorno y de sus recuerdos o investigaciones personales logrando de esta manera una fluidez y una continuidad que facilitan enormemente el seguimiento de las ideas o mas bien de las líneas narrativas.

Las entrevistas no tienen desperdicio, se trata de personas que en algunos casos y a título personal son representantes de determinadas “castas” o de determinados grupos sociales o religiosos y que desde su muy particular perspectiva nos ponen, a través del autor, en contacto y conocimiento de sus historias familiares, de sus vivencias, sus expectativas, sus miedos y sus frustraciones y a veces, por haber sido ellos mismos o sus familias protagonistas, nos presentan un panorama de los acontecimientos históricos pasados o contemporáneos que han marcado el curso de la historia de este complejo y vasto país.

Trenzadas con los recuerdos e ideas del autor se van desarrollando historias familiares de dos, tres y a veces mas generaciones que desde la memoria y con la voz de los entrevistados nos relatan parcelas de historia que son contrastadas con los recuerdos de otro entrevistado y otro y otro... de ciudad en ciudad y de región en región; opiniones, recuerdos y vivencias que al final resultan en complejas pero puntuales “instantáneas” inmersas en el rico pero inconcluso mosaico que es el sub-continente indio.

Conocer de primera mano lo que significa e implica ser brahmán, o pertenecer a una casta considerada “inferior”, lo que representa vivir bajo la tradición Hindú o al margen de ella, o ser musulmán o sij, lo que significó el período colonial, con sus altas y bajas, su esplendor y decadencia o la independencia de la mano de Ghandi y el Partido del Congreso, lo que es vivir en Calcuta o en Bombay o en el valle de Cachemira o en Nueva Delhi, la partición de la India al crearse Pakistán y los conflictos que ello provocó (y que aun no se han resuelto) y la multiplicación de estos conflictos que significó la segunda partición al crearse Bangla Desh... todo este océano de información de primera mano, domado por la habilidad del autor-entrevistador, queda mansamente desplegado a nuestros ojos y esto es, sencillamente, único.

Pero, y llegamos finalmente al pero, en este libro el autor verdaderamente interioriza la experiencia de una manera profunda y abunda con generosidad en informaciones y reflexiones que en cierta medida enajenan al lector que como yo no comparte una historia o tradición cultural o familiar similar a la de él; de alguna manera y descontando la riqueza de la información que provee uno queda como aislado y ajeno a lo que este viaje produce en el autor o significa para él y por lo tanto se hace difícil “participar” activamente como “compañero de viaje”.

En cierto modo, y es una opinión personal, Naipul tiene una especie de obsesión personal con temas como el pasado, la historia y principalmente con la idea de identidad, de pertenencia a una cultura, país o historia y él mismo reconoce, (no solo en este libro), la dicotomía entre sus propios sentimientos al respecto de su origen cultural y familiar por ser descendiente de inmigrantes hindúes radicados en Trinidad y la percepción hasta cierto punto deformadora a causa de estos sentimientos que tiene (o tenía) de la realidad india.

En sus propias palabras, casi terminando el libro y contrastando este viaje y los sentimientos que le despertó con un viaje anterior realizado en 1962: “ Al cabo de veintisiete años, yo había logrado hacer una especie de viaje de vuelta, librarme de mis nervios de indio, abolir la oscuridad que me separaba de mi pasado ancestral. En 1858, William Howard Russell describió (y lo comentó) un vasto país físicamente en ruinas, incluso lejos de las batallas del motín. Unos veinticinco años más tarde, mis antepasados, nacidos en una parte del país por la que viajó Russell (de la forma a la que se tenía acceso por entonces), fueron en calidad de sirvientes contratados a las plantaciones de azúcar de Guayana y Trinidad. Yo llevaba en la sangre esa idea de miseria, derrota y vergüenza.” Y unas líneas mas adelante completa la idea: “Lo que no comprendí en 1962, o me lo tomé como algo cotidiano, fue hasta qué punto habían reconstruido el país, ni siquiera hasta qué punto la India había vuelto a sí misma,...” confesión y reconciliación consigo mismo y con sus raíces, en este párrafo queda patente ese elemento de tal intimidad que me “dejó” fuera de este viaje y que terminó convertido en esa especie de traba que me dificultó el camino a la última página.

El libro, además de constituirse en un documento de gran valor informativo es, en ese ámbito íntimo que el autor expone, una investigación muy personal, un peregrinaje hacia el interior de si mismo, una reconciliación con las tan anheladas “señas” de identidad. Una búsqueda (o como poco curiosidad) con la que muchos descendientes de inmigrantes podemos identificarnos pues en buena medida puede sucedernos como a Naipul: trinitario, descendiente de hindúes y no terminaba de sentirse ni hindú ni trinitario ni parte del Commonwealth británico... pero hasta aquí la comunión, nuestros pasados son diferentes, nuestras raíces otras y es difícil compartir a plenitud un sentimiento cuando en la especificidad de nuestras historias personales es tan grande la diferencia.

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